domingo, 9 de octubre de 2022

La Esfinge y el viajero

El viajero alcanzó, por fin, la esfinge de Guiza. 
El sol (O Rá, según se mire) atacaba sin clemencia su cabeza. Estaba mareado, fatigado hasta decir basta, y con una arcada asomando por su garganta. Pero ya daba igual. No en vano, había recorrido medio mundo en busca de respuestas. 
Pidió respuestas al dios de los cristianos bautizándose en río Jordán. No le dio ninguna. Cuando golpeó su cabeza en el muro de las lamentaciones, por si el dios era más judío que cristiano, siguió sin decir nada.
También buscó el conocimiento la Meca, pero pese a hacerse pasar por creyente para poder entrar y dar siete vueltas alrededor de la Kaaba, el dios musulmán no respondió.
Tampoco lo hizo el Dalai Lama cuando visitó Nepal. En realidad, ni siquiera le atendió, como cualquiera habría podido predecir.
Pero no él. Él era el viajero. Y tenía que saber. Necesitaba saber. 
Estuvo un tiempo vagando sin rumbo por el globo, hasta que pensó que tal vez fueran los dioses antiguos los que tuvieran las respuestas.
Y ahí estaba. Ante el guardián de las grandes pirámides.
¿Respondería a sus preguntas? 
Solo había una forma de saberlo.
-¡Gran esfinge! -exclamó- Necesito respuestas. He viajado mucho para conseguirlas, y no pienso detenerme hasta saber ¿Responderás tú mis preguntas? 
Tras unos instantes de silencio, el día se convirtió en la noche. El sol desapareció, y otras estrellas ocuparon su lugar en el firmamento. Todas tenían un brillo nunca antes visto por el viajero. También bajaron las temperaturas de golpe, haciendo que el aire que expiraba se convirtiera en pequeñas nubes blancas. Todo quedó en silencio, todo dejó de moverse. Incluso el viajero, aterrorizado, pensó que su propio corazón se había detenido.
Cuando la esfinge habló, se dio cuenta de su error, pues sus latidos comenzaron a golpear su pecho como un martillo, tratando de escapar de su pecho.
-¿Quién eres? -preguntó la esfinge, con una voz de ultratumba que parecía salir de todas partes y a la vez, de ninguna- ¿Osas distraerme de mi vigilancia de Egipto? Todas estas tierras están bajo mi protección desde hace más de cuatro mil años. Tú no eres más que un simple suspiro en ellos. Así que habla, suspiro, ya que he de continuar con mi cometido.
-Solo quiero respuestas -dijo el viajero, cuando fue capaz de articular palabra-. Quiero conocimiento. Eso es todo.
-¡Solo eso! -exclamó la terrible bestia con cabeza humana- ¿Sabes cuántos grandes hombres y mujeres vinieron por aquí pidiendo lo mismo? 
"Cuando todavía no era más que un chiquillo, Tutmosis me desenterró a cambio de lo que tu pides.
El mismísimo Alejandro Magno vino a por lo mismo, mostrando la belleza de un dios y la inteligencia del más sabio de los ancianos.
Julio César se paseó ante mí poco antes convertirse en el hombre más poderoso del Imperio, cosa que consiguió gracias a mí.
Hasta Napoleón, delante de todas sus tropas, me alabó. Fui yo quien le dijo que durmiera en la pirámide de Keops si quería conocer los secretos para los que solo yo tengo respuesta.
Pero ¿tú? No eres nadie. No eres un gran hombre. Tu mente no sería capaz de soportar La Verdad".
-¡No me importa! -respondió el viajero, con la rabia que tantos años de periplo habían acumulado en su cuerpo- ¡He venido a por respuestas, y no me iré sin ellas!
Entonces la esfinge guardó silencio. El propio viajero sintió como estaba valorando una respuesta.
-Sea pues -respondió la esfinge-. Tuyo será el conocimiento. Pero jamás podrá decir tu boca ni nadie bajo el firmamento, que no fuiste prevenido...
Entonces la esfinge habló, pero sin hablar. Contó, pero sin contar nada. Se expresó en un idioma que nadie jamás usó en la faz de la tierra.
Pero el viajero supo entenderlo.
El día regresó. La vida volvió a la tierra de los faraones.
Más no regresó al cuerpo del viajero.
Cuando el equipo médico recogió su cuerpo, no tuvieron duda de que el fallecimiento fue a causa de un golpe de calor.
-Lo decimos una y mil veces -contaba el médico que certificó su muerte-. Hay que tener cuidado con el calor, sobretodo en esta zona. Lo siento mucho por este hombre, pero estoy seguro de que nadie podrá decir que no fue prevenido...


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